Uno de los grandes retos de la innovación empresarial es contar con ideas de valor. Las ideas son el pilar de la innovación. Sin ellas, quizás podamos optimizar o mejorar lo que ya existe, pero nunca, innovar. Es un bien determinante en la empresa... un bien escaso, difícil de encontrar y controlar…, ¿o no?
Como ya comentamos en nuestro artículo Diversidad para innovar,
la capacidad de innovación de una organización depende en gran medida
de las personas. Del conocimiento, las habilidades, valores y actitudes
con los que los individuos se enfrentan a los problemas. Intangibles que
condicionan la forma de percibir la realidad y actuar, y por supuesto,
de aportar soluciones creativas ante el desarrollo de productos y
servicios, procesos o modelos de negocio.
Por
tanto, cuanto más personas participen en los procesos de innovación,
más posibilidades hay de obtener respuestas variopintas. Donde alguien
ve una limitación otra persona puede detectar una oportunidad, el final
de algo puede convertirse en un principio y si hablamos de gustos… ¡para
gustos los colores! La diversidad de perfiles favorece la generación de
ideas de valor que den lugar a innovaciones disruptivas. Más aún cuando
esa diversidad está compuesta por personas creativas. Por individuos
que tienen la capacidad de aportar ideas originales de valor, como dice
Punset “con el sudor de su cerebro”.
Como
los gurús de la innovación De Bono y Robinson llevan años defendiendo,
la creatividad no es un intangible caprichoso que está fuera de nuestro
control. No es un don con el que unos pocos han sido agraciados ni un
momento de iluminación. Es un proceso intelectual que exige práctica y
dedicación. De ahí, la famosa frase de Picasso: “la inspiración me pilla siempre trabajando", una verdad que los y las profesionales de las Industrias Culturales y Creativas (ICC) conocen bien.
Actividades
como el diseño de videojuegos, el periodismo, la moda, la arquitectura,
la escritura, la programación web, el diseño gráfico, la publicidad y
otras muchas del sector las ICC dependen de la capacidad de sus
profesionales de generar ideas de valor. Como evidencia el estudio
austriaco The Role of Creative Industries in Industrial Innovation
(Kathrin Muller et al.), esta capacidad creativa es uno de los factores
que hacen que el sector de las ICC cuente con los mayores niveles de
innovación. Una realidad, que además, favorece la generación de
innovaciones en otros sectores, incluido el industrial, como señala el
estudio.
La
evidencia y la creencia de que los perfiles creativos pueden ser un
motor de innovación en otros sectores, han impulsado el proyecto CreO. Una
iniciativa que pretende desarrollar y validar la metodología y las
herramientas necesarias para integrar alumnado de Formación Profesional
de ciclos relacionados con las ICC en los procesos de innovación del
sector industrial. Que cree que el trabajo intelectual de estos
perfiles son una apuesta ganadora para extraer ideas valor. Pero no sólo
por su capacidad de aportar ideas, también porque contribuyen a generar
sinergias que desatan la creatividad de las y los profesionales de la
empresa.
Podemos
tomar las riendas de la creatividad. Y debemos hacerlo si pretendemos
desarrollar innovaciones disruptivas que vayan más allá de una
optimización o mejora de lo que ya existe. Un reto que se simplifica si
las empresas abren sus puertas al conocimiento y la experiencia de
quienes lidian con el mundo de las ideas y el pensamiento creativo. Si
integran en sus procesos de innovación perfiles propios de las ICC.